Siendo representación simbólica y objeto material, la obra de arte abarca un gran misterio: da visibilidad y significado a lo que, al mismo tiempo, es pura ilusión. Obra y artista, en este sentido, se confunden en una misma escena, como la luz y el fuego, indistinguibles mientras encarnan la transformación de los elementos.

El observador de esta escena desconoce la verdadera naturaleza del fenómeno allí expuesto, pero puede sorprenderse por ese efecto y considerar real lo que en realidad es magia. La magia es la acción transformadora que surge del deseo de convertirse en obra que el artista se ve impulsado a realizar.

El efecto generado por el arreglo de colores o formas en una obra, que atrae la atención del observador, se abre como experiencia en una realidad que, en el plano material, no es más que pintura sobre un lienzo o piedra hábilmente tallada. Sin embargo, la obra es la vivencia de la representación, aquella que el observador escenifica en su interior. La imagen reflejada en la mente del observador sostiene la voluntad inefable que irradiaba su encanto en el artista, sin necesidad de ninguna mediación, pues la imagen penetra en la vida de quien la contempla. La observación es el pasaje mágico, y también la vía hacia el conocimiento de los elementos, sus propiedades físicas y metafísicas, cuerpo y alma de la Naturaleza, que finalmente exalta y sumerge a todos—artista, observador y obra—en expresiones del conocimiento Humano.

El camino que esta vía abre lleva a contactos multidimensionales: sensación, sentimiento, ideas e inspiración; un cosmos pleno en el que se funden las necesidades de expresión Humana. En la necesidad se oculta la voluntad original, la Naturaleza Humana, que asume presencia en el tiempo y espacio de una obra, contando a cada uno según sus propios deseos y sentidos.

Los artistas son obras en curso, como lo es la vida de todos, y por eso, todos recorremos tramos en el espacio/tiempo creativo, ya sea el de la memoria trazada en una cueva hace muchos miles de años, en un antiguo monumento, o en la imagen luminosa en una pantalla. Todas son formas que conectan con la Humanidad, refiriendo a la misma necesidad de búsqueda del Sí Mismo.

Personalmente, he recorrido este camino a través de la Naturaleza, experimentando el Arte que se revela mientras se proyecta infinitamente en el Misterio, que es una voluntad sin origen ni fin determinados en el tiempo. Al hacerme consciente de este proceso, acogí la tarea de traer algo inconsciente de esta experiencia: un sentido muy antiguo, ancestral, así como proyecciones de sueños que, en aquel momento, imagino como futuros posibles.

El Arte que practico siempre ha sido la mezcla alquímica de dos dimensiones—lo invisible y lo visible—provocando el contacto entre campos, de los cuales emergieron visiones. Hoy estas experiencias pertenecen al público, están en colecciones privadas, museos y galerías, que las albergan como las obras nacidas de este trabajo. Este recorrido se inicia en Brasil (MAC, MAM Resende, Museu Olho Latino) y sigue por el mundo, con presencia física en colecciones públicas y privadas (Europa, EE.UU. y Japón).